Orquídeas en las cimas de Cuba

08/10/2013.

Por Adalys Pilar Mireles, corresponsal de Prensa Latina en Pinar del Río.

Abrazadas a la cordillera de esta occidental provincia, miles de orquídeas cubanas y exóticas lucen su esplendor entre los ondulantes jardines de Soroa.

Edificado en 1943, el mayor orquideario cubano perfuma los bosques siempre verdes de la Sierra del Rosario, declarada por la UNESCO Reserva de la Biosfera.

El artífice del exuberante vergel, donde crecen unas 500 especies de la aristócrata de las flores, fue el abogado Tomás Felipe Camacho.

Una historia de amor custodia al pintoresco paraje serrano, donde vivió entre senderos florecidos hasta su regreso a Islas Canarias. El rancho, creado inicialmente por el acaudalado español como casa de descanso, devino monumento a la dama del reino vegetal tras la muerte de su esposa Pilar y la hija de ambos: Pilila.

“Ellas amaban a las orquídeas, esa pasión inspiró a Camacho en su afán por adornar la colina de Soroa”, recuerda Agapito Hernández, antiguo trabajador de la finca. A partir de entonces, agrega, Don Tomás escogió estar más cerca de las leyes de la naturaleza que de las de los hombres, pues dedicó el resto de sus días al cuidado de las colecciones.

Los ejemplares eran colectados en otras regiones de la isla o comprados en Europa y Estados Unidos, pero muchos no lograban sobrevivir hasta que en 1953 fue contratado el horticultor japonés Kenji Takeuchi.

“Sentado sobre una alfombra de terciopelo, el labriego escuchó respetuoso las instrucciones de su patrón que concluyeron con una frase tierna, dicha en tono amenazante: recuerda que detrás de cada orquídea existe un gran amor”.  Relata Agapito que desde ese momento se trabajó intensamente en la conservación de las plantas, la siembra de nuevas especies ornamentales y en la creación de los umbráculos, cubiertos con finas mantas.

En 1960 Felipe enfermó de nostalgia y regresó a España, allí murió dejando un remanso de aromas y colores al otro lado del océano. Transcurrido casi medio siglo, Soroa (76 kilómetros de La Habana) conserva la belleza de sus empedrados caminos salpicados con retoños, rarezas como la palma corcho (que data del período jurásico) y valiosos exponentes de la flora mundial.

A pesar de los destrozos ocasionados por recientes huracanes, el centro investigativo, adscrito a la Universidad de Pinar del Río, preserva intacto su principal patrimonio botánico, aseguran expertos.

Casi tres años después de los embates de Gustav e Ike, la floresta del lugar muestra nuevamente su majestuosidad.

Orquídeas oriundas de diversas latitudes crecen al amparo de la Sierra del Rosario, heredera de un ambiente romántico de fragancias y flores.